Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

miércoles, 23 de octubre de 2013

No dejo de no olvidar.





Lo tengo en mi corazón.
Tengo aquel lugar clavado como si fuese una espina de miel, atragantada y estática, en lo más hondo de mi. Haciéndome un daño dulce, abasteciendome de una felicidad caduca.
Ahora me lamento de no haber retado al reloj, de no haberlo atrapado con mi mirada más salvaje y haberlo hecho morir dentro de mi para que yo pudiese vivirlo todo, no con más intensidad, si no con más mesura y sabor; quitandole importancia a las pequeñas tristezas, volando aún más alto cuando mi estela era infinita mientras paseaba por todos aquellos nuevos y bellos lugares que me dejaban escuálida de miedos y loca de ganas de colonizar con mis pies descalzos y mi alma desnuda.
Nadie lo sabe, pero yo sólo necesito un paseo más por aquel "paseo" frente al mar. Aquel paseo del que fue mi pueblo, de mi Xylokastro bonito y pequeño, aquel al que era capaz de abarcar con un abrazo y del que tantas personas vinieron a mi como un regalo, casi sin caber todas al mismo tiempo dentro aquel breve periodo.
Yo no quiero más que un paseo, como tampoco quiero menospreciar lo que tengo ahora, mi vuelta al lugar del que crecí como un álamo más dónde vive el resto, en mi lugar favorito de Lorca.
Aquel paseo frente al mar fue mi vida durante seis meses. Seis, que en mi calendario personal, pudieron ser una medida de tiempo que ahora no existe, algo así como los años nuestros, pero dónde las fases de la luna no tenían que esperar veintiocho días para ser una en concreto. En mi tiempo allí, la luna era mil veces diferente, al menos cuatro veces al día.
Fueron muchas distancias las que recorrí al borde de la orilla que guardaba lejos pero dentro, los atardeceres más bonitos que he visto hasta hoy. Fueron distancias de alegría, de miedos, de reflexión, de añoranza, de conversaciones, de soledades, de soledades compartidas, de música, de crecer, de vértigo y chapuzones tímidos cuando el agua estaba helada y los pies añoraban la sal.
Nadie sabe lo que yo viví realmente porque, aunque lo haya intentado explicar mil veces, los sentimientos no los logro filtrar a través de las palabras o expresiones, si no que se quedan a vivir, escondidos tras la historia, en el brillo de mis ojos.
Esta noche sólo quisiera decir que mataría por volver a dar un paseo allí. Reflejarme de nuevo en aquel oleaje si sopla el viento o quedarme a vivir en su calma si el mar hoy duerme tranquilo. Sólo quiero verme allí y saber que lo que viví continua flotando en aquel lugar, que es su lugar, dónde vive eternamente un gran trozo de mi.
Y matar de golpe la nostalgia, a través de la persona que un día encuentre mi caracola; la que alberga y sala los recuerdos. Que escuche mi abrazo y me devuelva la esencia que allí dejé, en un mensaje dentro de una botella...

nuncaesprimavera*