Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La vida de un sueño*




No todo el mundo tiene la suerte de decir que está viviendo su sueño.
No, esa es una suerte grande que te empuja hasta lo más cerca que puedes estar de ti mism@.
Hoy,tras preparar la maleta que me llevará de vuelta a casa, me senté a pensar. Miré hacia el balcón y ví las antenas que tengo en frente recordando como, todo este tiempo, me parecieron flechas hacia algún lugar. Me hace gracia como cada vez que las miraba, mis ojos veían un camino que no existe.
Algo parecido ocurrió con mi sueño.
Soñé tantas veces con este momento que creo que, sin quererlo, cada vez le añadía una nueva forma, un nuevo color, un nuevo sabor. De modo que, de manera inconsciente fue teniendo cuerpo, hasta que yo le pinté las alas.
Ahora, en el ecuador de esta experiencia, con los pies aquí pero con el corazón allí, puedo decir que fue un camino intenso, lleno de dificultades a las que hacer frente con el alma desnuda; con la misma desnudez con la que vine y con la que permaneceré hasta el final. Con la que vivo siempre. Con el aprendizaje constante como brújula, a pesar de haberme perdido tantas veces y de no saber si algún día me encontraré.
Este camino, tantas veces soñado, tantas otras idealizado ha sido completamente diferente, no menos bueno, sólo diferente y por eso creo que especial.
Así que ahora, sólo puedo decir que, si a veces necesitamos volar lejos para palpar la libertad con los dedos del alma, también necesitamos bajar el vuelo, llegar hasta las raíces y cargarnos de esa esencia de quién somos, de quiénes son esas personas que forman parte de nosotr@s.
Hasta pronto, querido Xylokastro.
Hasta muy muy pronto, querida Lorca.

Volver*


lunes, 10 de diciembre de 2012

*Felices 25*



Tus veinticinco.
Nuestros veinte.
Un mundo de magia desde que comenzamos a usar la razón.
Dos corazones unidos por las ganas de soñar.
Mi confidente por encima de cualquier persona.
Yo, tan a veces tú.Tú, tan a veces yo.
Y tan diferentes al mismo tiempo.
Unas vidas enraizadas dentro de un mismo árbol.
Comiendo de su mismo fruto: el de creer.
Cómo vivir un instante contigo, que es vivirlo como nadie.
Compañeras de ilusión.
Miradas parlantes por encima de cualquier ruido.
Tu manera de hacerme feliz.
Lo más bello que nadie pudo tener.

Que seas feliz todos y cada uno de los días de tu vida, mi pequeña luciérnaga.
Y vueles tan alto, que llegue un día en el que me veas muy lejos y muy pequeña, pero siempre a tu lado.




martes, 4 de diciembre de 2012

Un día cualquiera*

Me levanté, como cada día, cuando las seis y media llegaban a la mañana, aún tímidamente oscura, tras una de esas noches en las que el viento es severo con el mundo y escupe todo lo que mantiene por largo tiempo callado. En mi cabeza aún golpeaban los restos de aquella pareja de vinos que la noche anterior había bebido para hacer menos amarga una despedida, para pintarla de risas rojas y miradas cálidas en ese momento en el que sólo quedaba decir adiós con lágrimas en los ojos, sin saber qué hacer con ese sinfín de momentos que ahora quedaban flotando, cojos, mudos, inertes.
Y, con menos ganas que nunca, debía ir a trabajar. El frío era más fuerte y pesaban todas esas horas que partían mi media de sueño por la mitad; y es así que caminaba sobre seguro cuando andaba pensando que cinco horas de sueño no tenían nada que ver con esas diez que mi cuerpo necesitaba como mínimo, minimísimo, para descansar, mientras sin mirar, miraba fija y lentamente el café diluirse.
Ver amanecer cada mañana con mi café en la mano era algo que realmente me hacía feliz. Hasta ese momento en la mañana, ninguna otra cosa era capaz de despertar mis ganas de hacer algo con el mundo, las que perfectamente yacían en mi cama, aún después de levantarme. Pero cada día sonreía en el mismo instante, cuando veía como la noche se dilataba, aclarándose entre todos esos puntos azules que colorean el cielo.
Pero esta mañana estaba destinada a ser diferente.
Camino a coger el autobús descubrí cómo esas montañas que sólo aquí pueden verse tras el mar, esas montañas coraza, estaban cubiertas de nieve en su punto más álgido, convirtiendo así el paisaje en el más bonito contraste entre el mar y sus olas salvajes, más turquesas que nunca bajo la impetuosa quietud del hielo blanco. Tan bonita forma de comenzar la mañana...



Mi trabajo, que últimamente, se tornaba monótono, resultó también diferente. Como siempre, asistí a las casas de esas personas mayores a las que ayudaba pero hoy, fuimos a una casa donde no había estado nunca antes. Una casa que, sin saberlo, ya desde fuera prometía ser una construcción tan bella como alegre. Pero fue al entrar y encontrarles cuando lo vi.
Una pareja de personas mayores sentada en el sofá: ella, quizás buscando el horizonte con la mirada apuntando a una pared, casi sin hablar pero diciendo todo. Y él, de ojos alegres y  hermosa sonrisa, le tenía tomada la mano con fuerza. Ella, dando sus primeros pasos en el túnel del alzheimer y él, como luchando por los dos contra el olvido, contándonos todo sobre su esposa, una artista de pequeñas cosas, con una expresión entusiasta en la cara que no podría explicar ni apilando un torrente de palabras en el intento de lograr su intensa descripción. Y fue ahí, fue ahí cuando vi el amor. Un amor tan grande, quizás un amor de roca, construido de pequeñas partes de esas montañas coraza y con la intensidad del oleaje turquesa que hoy nacía bajo la nieve, pero forjado tanto tiempo atrás...
Un amor que había luchado contra el tiempo y hoy, luchaba contra el olvido que comenzaba a instalarse en los ojos de ella.
Un amor que, lejos de tener un triste final, había tenido una vida plena y que hoy, también a mi me había hecho feliz.


Readyourbook*