Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

martes, 31 de mayo de 2016

Volver a ser*



Durante estos meses he aprendido a sentirme más idiota que nunca, desdichada y profundamente imbécil por haber creído siempre en los sueños como inspiración y espiración de vida. Así latían de flores mis días.
Pero no.
Se bajó el telón y llegó el Invierno en Octubre. He tenido que aguantar cada día como todo el mundo hablaba de que este año no parecía Invierno, que los días han sido cálidos e incluso he soportado la desfachatez de escuchar como hay quién verdaderamente ha añorado el frío del Invierno mientras mis mañanas, días y noches no han sido más que la estructura de un planeta gélido, con nombre de Equinoccio girando fuerte dentro de mi hasta marearme de hielo.
He roto con la Inocencia, he sido espectadora de como el vacío de mi piel se ha ido quedando hasta parecer inerte, hasta moverse como lo hace la inercia de los pasajeros que viajan a ninguna parte.

Pero, un día...a las lágrimas le salieron raíces, se fue la sal y llego el verde para hacerlas crecer de esperanza. Y lo que podía parecer tristeza absoluta, fue creciendo con forma de flor dentro de mi.
Sin ser consciente, dejé brotar la Primavera, que fue llevándose la maleza de las maltrechas tardes de Invierno que no me dejaban dormir.
No busqué razones, ellas vinieron a por mí. Sin darme cuenta, a la sonrisa le volvieron a entrar las ganas y, en mi estómago saltan las ganas de bailar. No hablo de amor, si no de abrazos a mi misma, de aprender a acariciarme la herida y a mimarme a oscuras entre las sábanas cuando antes de dormir, a mi pelo le faltan las manos de un trapecista que no existe.
Ahora exploto de alegría porque he sido yo quién ha vuelto a encender la luz, quién se ha dejado llenar de margaritas y pájaros que sobrevuelan mi vientre dejando el mensaje más bonito del ahora: es la libertad,  ¡con una estela tan grande que asusta!