Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

miércoles, 25 de febrero de 2015

Capa-razón.




Callada,
quizás por el miedo a que se escapen las mariposas; por retenerlas para tenerlas.
Porque así el silencio enmudece la realidad, y no la deja decir ni una palabra que duela, callándola de parasiempres que no parecen volar a ningún sitio, sino estremecerse inmóviles de su levedad.
A veces siento que el viento sólo llega para gritarme y hacerme despertar, pero pesa más el alquitrán de mi alma noctámbula que no quiere ver y sólo se levanta a media noche para gritar sin que nadie escuche.
Tengo mil vasos que llenar, donde hacer crecer primaveras, pero primero habré de obviar el vacío que pesa dentro y no me deja ser libre.
Me pregunto tantas veces, que las respuestas nunca llegan cuando cada día parece enfadarse Febrero y dejarme sin besos. Y entonces me duele el alma de tener en espera a los labios cuando lo único que necesito es un poco de frescura y mucho de esas personas que me llevan de viaje sin necesidad de despegar los talones, volando de la tranquilidad de poder desnudarme y sentir que cada agujero visible no duele ni miente.
Como si un manto de flores pudiese apaciguar las mariposas para que nunca vuelen, como si la fragancia nunca se fuese a perder y pudiese eternamente mantenerse viva rozando el aire.
Como si enamorarse de la vida fuese infinitamente fácil con los ojos cerrados y los labios tapiados.

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